Estamos intentando mantener a raya la seguridad personal de nuestra chavalada con más burocracia que la que se necesitaba para salir de la República Democrática Alemana. Para ir con los chiquillos a un teatro que está a dos calles se necesitan varias filas de notarios dando fe de volquetes de firmas. Bien está si eso los protege. Pero, a su vez, desde las familias, y desde los centros, proveemos de cacharros que los ponen “a un tic” de las mayores barbaridades del orbe a edades cada vez más tiernas y con la capacidad de control ante ellas, y ante adicciones tanto o más peligrosas, sin adquirir por motivos meramente biológicos. Solo necesitan corriente eléctrica y mentir con la edad al pulsar un botoncito para estar expuestos a cientos de gigas de basura y a una estrategia agresiva de enganche, de publicidades, de robo de datos (hay sentencias sobre esto, buscad y encontraréis). Pero a nadar parece importarle y somos muy pocos los “clamantes» en el mundo educativo. Los niños cada vez menos pacientes, más nerviosos, sin capacidad de abstracción ni de concentración, con claras taras en las lectura comprensiva y con nula capacidad de extender una argumentación más allá de un post-it. ¿Esto es la modernidad? ¿Quién va a pagar los platos rotos, que los habrá, de estas innovaciones de humo y negocio?
Tiziano Tizona
Lema: «Profesaurio por vocación»